Un gramo de práctica vale más que una tonelada de teoría
Mi primer post comienza con esa frase que todo practicante lleva grabada en su mente, pero ¿es realmente cierta?
Desde mis comienzos, primero como practicante y después guiando a otros, cuestioné esta frase. Es indiscutible que la práctica es esencial en Yoga. Cuantas veces he oído eso de «no soy flexible», «es muy difícil», «es imposible meditar», «no puedo», etc., pero no todo se basa en la práctica.
Desde niña lo he cuestionado siempre todo. Nunca replicaba o debatía si algo no me convencía. Ni me molestaba: callaba y simplemente me ponía a estudiar e investigar.
Mi búsqueda incansable por el bienestar físico, mental y espiritual me produce la misma sensación que tenía de niña. Adoro a todos mis profesores y gurujis. Todos ellos me han transmitido unas enseñanzas de un valor incalculable: desde lo que debo poner en práctica, hasta aquello que descarto tras mis investigaciones personales o por la experiencia.
A pesar de estar formada en diferentes escuelas yóguicas en occidente, decidí iniciar una larga estancia en India con un objetivo claro: quería comenzar desde la base, primero como principiante, para después llegar a niveles avanzados de práctica, llegando a impartir clases como profesora.
El motivo de todo ello era, una vez más, el análisis y la autocrítica. Quería lograr mejorar mis conocimientos y mis técnicas como profesora. Las variaciones en la práctica eran evidentes, así como la metodología de cada guruji según fuese del norte, centro o sur de India.
Sin embargo, todos nos inculcaban ese mismo pensamiento de los profesores occidentales mediante sus palabras: «No pain, no yoga» o «It’s ok, but you must go back to the shala» («sin dolor no hay yoga» o «está bien, pero debes volver a la shala»). Esas frases ya conocidas y casi idénticas a las de mis profesores anteriores cuando yo o mis compañeros demandábamos un descanso durante la intensidad diaria de las formaciones presenciales.
A mi vuelta, algo me decía que mis estudios en diferentes disciplinas del Yoga no eran suficientes. Seguía en mí esa inquietud que nunca me abandona. Me faltaba algo más. Por ello, después de estudiar quiromasaje me adentré en la osteopatía. No sabía ni siquiera por qué estaba en aquellas clases o cuál era mi objetivo final en ese punto, pero tampoco cuestionaba mi motivación. Actualmente, ya en la antesala del fin de mis estudios de osteopatía, puedo decir que esta búsqueda era otra pieza de un gran puzle: el puzle del conocimiento.
Todos los estudios, de anatomía, osteopatía, etc., me han servido para entender que somos completamente iguales y diferentes a la vez. Nuestras diferencias a nivel grupal pueden ser igual de numerosas a nivel individual, así como nuestras asimetrías. Ni siquiera tus fémures pueden ser iguales y lo mismo ocurre con los ligamentos, músculos, tendones, etc.
Por ejemplo, una persona que tenga una leve escápula alada congénita (un omóplato sobresaldrá más que el otro, puede ser casi imperceptible) será consciente de una restricción en el rango de movimiento al realizar la elevación de los brazos con los dedos entrelazados en Prasarita Padottanasana C. No podrá conseguir la elevación y posterior descenso de los brazos. Aunque puede que esta patología no presente molestia o dificultad de movimiento en su vida diaria, el practicante se preguntará qué limita su movimiento en ese momento.
Un profesor capacitado podrá hacer las variaciones pertinentes: explicarle que no deberá forzar los brazos para lograr una total elevación de estos. Con este ejemplo, podemos ver que, efectivamente, la práctica es primordial, pero también lo es la teoría (en este caso, el estudio anatómico y osteopático).
Es indiscutible que el Yoga puede ayudar en patologías como la anteriormente descrita. Realizar Adho Mukha Svanasana o Marjaryasana es una opción excelente para mejorar o incluso corregir esta patología si es postural.
Por todo ello, si eres practicante, busca un profesor que esté actualizado y se preocupe en seguir estudiando cada día. Las titulaciones certificadas o miles y miles de horas de práctica no son suficientes en esta disciplina, como ocurre con otras. Si por el contrario eres profesor o estás pensando en serlo ten claro algo: este camino tiene un comienzo, pero no hay una meta final. Tendrás que seguir estudiando, investigando, evolucionando y, por supuesto, practicando hasta el punto de inflexión o incomodidad (no dolor).
Esa es la clave si quieres ser un buen profesor y sobre todo ayudar a los demás. Namasté Hari Om